Ángela Vivanco dice que hace su vida normal. Que su rutina —tras ser removida de la Corte Suprema— no ha cambiado. Pero sí confiesa que se ha imaginado todos los escenarios posibles. Incluso, el de caer a prisión en medio de la trama por corrupción en la que —se le acusa— tiene un rol estelar. Un pensamiento que acecha a la exministra y vocera de la Corte Suprema especialmente después de que su pareja, Gonzalo Migueles, ya corriera esa suerte, formalizado por cohecho reiterado y lavado de activos.
En esta entrevista con la Unidad de Investigación de Bío Bío, la abogada de 62 años se declara inocente: dice que su nexo con los abogados Mario Vargas y Eduardo Lagos nunca fue estrecho, que por eso —en parte— no se inhabilitó, y que jamás recibió dinero de alguno de ellos. Y aunque no confirma ni niega los pagos que —según el Ministerio Público— percibió su conviviente, asegura que las finanzas de cada uno eran personales y que, en caso de existir, no tiene vínculo alguno con sus fallos favorables al consorcio Belaz Movitec.
Afirma que no se arrepiente de ninguna de sus actuaciones como jueza y también tiene palabras para los funcionarios de la Corte Suprema que hablaron en su contra y destaparon el caso:
—El procedimiento de mi remoción se transformó en una chismografía de relatores que nunca hicieron ninguna denuncia antes y que, de repente, se sintieron llamados a hacer denuncias. Seguramente porque les ofrecieron garantías —lanza.
Los compinches de Gonzalo
Ángela Vivanco Martínez pasó de ser una destacada docente de la Pontificia Universidad Católica, a ministra de la Corte Suprema y a imputada en uno de los escándalos de corrupción más grandes al interior de la máxima magistratura judicial. Todo, en siete años. Hoy, sigue el caso desde su casa. Prefirió no asistir a las audiencias en las que su pareja debió sentarse en el banquillo de los acusados y tampoco lo ha ido a ver a la cárcel en el mes que lleva recluido. Afirma que “hubo mucho espectáculo” y que no quería “distraer” o generar una “cuestión mediática que es bueno evitar”.
—[Gonzalo] ha pedido que su familia no lo vaya a ver a Capitán Yáber y nosotros hemos seguido esa voluntad. En consecuencia, los contactos con él son exclusivamente a través de los abogados —asevera.
—¿Hay alguna razón particular para esa petición?
—Él considera que no quiere exponer a su familia más de lo que ya hemos estado. Y yo respeto, en ese sentido, su decisión. Por los abogados he tenido los recados de qué necesita que le mandemos y, por supuesto, los abogados me han comentado qué ha pasado con su causa. Más que eso no tengo ningún contacto con él.
El Ministerio Público sostiene que los abogados del consorcio Belaz Movitec entregaron al menos $57 millones en coimas a Migueles a cambio de que Vivanco fallara a favor de ellos. Todo, en un proceso judicial que obligó a Codelco a pagar más de $17 mil millones en favor de la sociedad. La exmagistrada descarta haber recibido cualquier soborno de los representantes de la compañía.
—De lo que usted pudo ver como pareja de Gonzalo, ¿cuál era la relación de él con los abogados Mario Vargas y Eduardo Lagos?
—De lo que yo vi, él tenía una buena relación con ellos. De vez en cuando se juntaban, no sé si a almorzar o a tomar un café (…) La relación en el caso de Mario Vargas tuvo que ver con mi amistad con Antonio Ulloa, porque Antonio fue mi alumno, así que tengo una relación de muchos años con él. Antonio Ulloa empezó a llegar a algunas reuniones con Mario Vargas y así conocí yo a Mario. Y después me parece que se juntó en algún momento con Lagos, por eso lo conocí, pero eso fue después. Conocí primero a Mario Vargas.
Vivanco asegura que su pareja no le “daba explicaciones” en detalle de con quién se juntaba. Afirma que su trabajo en la Corte Suprema y en la universidad, no le dejaba tiempo para estar al corriente de los compinches de su conviviente. La vida social de la abogada, doctora en Derecho por la Universidad de La Coruña, —comenta— se reducía únicamente a los fines de semana.
—Entonces no tengo idea de todas las veces que se juntó con ellos. Sé que tenía una buena relación con ellos, tampoco eran sus amigos íntimos y en mi caso amigos íntimos no fueron nunca. Eran personas que yo les tenía una simpatía, que las veía socialmente a veces. Pero sólo eso —afirma Vivanco.
—Para poder entender la lógica de la defensa, ¿Gonzalo recibió o no dinero de ellos? Y si recibió, ¿por qué?
—Yo no tengo antecedentes para decirle ni si recibió ni por qué.
—¿Entonces no puede poner las manos al fuego y decir: “Él no recibió dinero de ellos”?.
—O sea, lo que pasa es que el punto es por qué lo recibió. Si es que lo recibió. Usted puede recibir dinero de una persona por muchas razones.
—Es que esa es la pregunta. ¿Cuál es la otra explicación que existe para recibir esos dineros?
—Pero es que eso es un tema que le corresponde a él y a su defensa explicar. No se lo puedo dar yo. Tanto es así que yo no tengo contacto con él más que a través de su abogado. Yo no puedo explicar esos hechos. Solamente le puedo explicar lo que a mí respecta. Y lo que a mí respecta, es que yo no recibí dinero de esa gente ni de otra gente por ninguna cosa que tuviera que ver con mi actividad jurisdiccional ni administrativa ni de ninguna especie. (…) Yo no tengo las cartolas de Gonzalo. Entonces no puedo decir qué fue lo que pasó. Él lo tiene que explicar, pero yo sí que estoy clara de mis actos.
—¿Pero no le parece que es evidentemente sospechoso que se den estos pagos al mismo tiempo que ocurrían estos “hitos procesales”, como menciona la fiscalía?
—Por eso mismo es que estas cosas hay que investigarlas con un poquito de calma y con un poquito de detalle. Porque cuando dos personas tienen una relación, eso no significa que las dos personas sean una. Las responsabilidades penales son personales, tal como lo dice su nombre. Y en consecuencia, si una persona tiene pagos o tiene negocios o tiene transacciones, esa persona es la que tiene que dar cuenta de eso. No se puede presumir prácticamente, como se ha presumido aquí, de que si él tuvo una transacción significa que yo era partícipe de eso o que yo fallé de una determinada manera. Más aún si estamos hablando de una causa en que todos los fallos fueron por amplia mayoría y eran fallos colegiados. No era yo una juez unipersonal.
El realismo mágico
Vivanco es crítica de la labor del Ministerio Público. Manifiesta que esta es una causa “agujereada”.
—Cuando uno es juez, y también cuando uno es fiscal, tiene que tratar de acceder a una verdad, pero también con las reglas de la lógica, no aplicando realismo mágico.
—¿Y usted cree que se ha aplicado realismo mágico en esta causa? ¿Es una palabra que pueda describir esta situación actual?
—O sea, mucho de lo que está pasando tiene que ver con el realismo mágico. Con agregar cosas, juntarlas a la fuerza y decir que se tiene una causa muy sólida.
—¿No es una causa sólida?
—A mi juicio no es una causa sólida. Y no sólo a mi juicio, sino que al de mis abogados y al de otras personas entendidas que yo he consultado su opinión. (…) Hay algunos antecedentes que se han recopilado y esos antecedentes se han tratado de juntar unos con otros de una manera forzada. Por ejemplo, se pintan los dos viajes que yo hice en esa época, como si fueran así unos viajes majestuosos, cuando resulta que yo nunca he hecho viajes majestuosos. He viajado toda mi vida. No viajé solamente cuando fui ministra. He viajado siempre.
—¿Usted ha sido citada a declarar?
—Yo fui citada a declarar en marzo de este año. Y mi abogado de ese tiempo, Juan Carlos Manríquez, me dijo que en esa fecha él no podía ir. Contestaron dándome otra fecha alternativa, pero diciéndome que tenía que ir a declarar a Puerto Montt, donde está la sede de la Fiscalía de Los Lagos. Y ahí, mi mismo abogado, presentó documentos médicos, porque yo estaba con una situación de salud bastante complicada, situación de salud que todavía sigue, aunque no con esa gravedad. Yo no tenía ninguna posibilidad de ir a Puerto Montt a declarar —expone Vivanco.
Y cuando ya estaba en condiciones de hacerlo, cuenta la exmagistrada, se decretó el secreto de la causa. La decisión la adoptó la fiscal Carmen Gloria Wittwer luego de que su equipo detectara indicios de lavado de activos. En ese escenario —sostiene Vivanco— sus abogados actuales, la oficina de Carlos Mora Jano, le sugirieron que “no era conveniente que declarara sin saber sobre qué iban a interrogar”.
—En consecuencia, por lo que le estoy explicando, no se concretó una nueva declaración mía, pero yo nunca me he negado a declarar.
—¿Y usted está disponible a ir a Puerto Montt?
—Puerto Mont me resulta más difícil, porque como le digo, no he estado bien de salud, pero sí estoy disponible a declarar conociendo los antecedentes. Siempre he estado. Nosotros hemos aportado muchos antecedentes en la causa, todos los que hemos podido. Hemos sido una defensa bastante activa y colaborativa. No es verdad que yo me he negado a declarar o que yo esté tratando de evadir lo que a mí corresponde en la causa. Mis abogados han estado siempre a disposición también y mi domicilio es conocido públicamente.
—En base a lo que usted me dice, ¿usted se declara inocente?
—Así es.
—¿Y confía en el sistema judicial?
(…) Yo confío en que en esta causa penal los temas se van a analizar en su mérito y no con prejuicio, con simpatía, con antipatía o tampoco para darle un espectáculo a los medios de comunicación, sino para realmente transmitir que se está resolviendo en derecho.
“Preguntaron si me iba a suicidar”
Ángela Vivanco se reconoce a sí misma como una mujer de carácter fuerte. Es locuaz. Posiblemente esa característica la empujó a protagonizar una fugaz carrera política en 1997: fue candidata a diputada en cupo de Renovación Nacional, pero obtuvo sólo el 4% de los votos. Esa cualidad, también, la llevó a fungir como vocera de la Corte Suprema. Un cargo que le entregó una notoriedad pública que no había alcanzado hasta entonces. Su fama, eso sí, cayó en desgracia rápidamente cuando salieron a la luz sus conversaciones con Luis Hermosilla.
Los intercambios, publicados por Ciper develaron una estrecha amistad entre ambos, además de favores cruzados. Esa fue la primera hebra de una madeja que se comenzó a desentrañar y que hoy configura el corazón de la trama bielorrusa.
—¿Ha imaginado de repente que pueda caer en prisión preventiva?
—Mire, todos los escenarios son posibles y uno siempre tiene que imaginárselo. Pero evidentemente que no solo yo, sino también mis abogados trabajan…
—¿Pero se lo ha imaginado?
—Todas las cosas me las he imaginado. Mire, en el tiempo que se vio mi tema de remoción de la Corte Suprema, había personas que llamaban a mi abogado que llevó ese procedimiento para preguntarle si yo me iba a suicidar.
—¿Quién le preguntó eso?
—No se lo puedo decir, pero hubo gente de adentro de la Corte que lo llamó para decirle, preguntarle, si era cierto que yo me iba a suicidar.
—¿Fue algún ministro, algún relator, algún funcionario?
—No le voy a decir más, no le voy a dar más detalles porque no es lo importante.
—¿Y eso cómo lo tomó?
—¡Imagínese! Cuando se insinúa una cosa así, uno se imagina que puede haber gente que así lo quiere, ¿no? Como le digo, en mi caso, todas las cosas yo me las puedo imaginar después de haber convivido con ese tipo de circunstancias, pero se está trabajando para que finalmente el triunfo sea la verdad. Que como digo, no tiene que ver con las opiniones, sino que tiene que ver con cosas que son más importantes que las opiniones. Por eso yo espero que mi causa tenga un buen resultado y si hubo algo anterior que no lo tuvo [habla de su remoción], eso no significa que yo vaya a bajar los brazos. Al contrario. Justamente tengo que mantenerlos en alto.
Vivanco no lo reconoce de manera explícita, pero si los tribunales fallan en concordancia con lo sucedido el 15 de noviembre pasado, cuando enviaron a Migueles, Vargas y Lagos a prisión preventiva, existen altas posibilidades de que ella también corra la misma suerte. A diferencia de ellos, la exministra no iría a parar a Capitán Yáber. Esa cárcel VIP acepta sólo hombres. Las mujeres caen, casi por default, en la cárcel de San Miguel.
Así ocurrió, por ejemplo, con Cathy Barriga (allí protagonizó —según la prensa— más de un pleito) y Leonarda Villalobos. Se trata de un tema de género que incluso ha sido recogido por juezas (ver Una Capitán Yáber para mujeres: la intervención de jueza tras amenazas a Leonarda Villalobos).
Para que eso ocurra, eso sí, primero la Corte de Apelaciones debe acoger la querella de capítulos en contra de Vivanco y, luego, ser formalizada. Un camino que podría demorar semanas. Incluso meses.
La chismografía de la Suprema
En su última querella contra Vivanco, el Consejo de Defensa del Estado solicitó citar a declarar a una docena de funcionarios judiciales. Una de ellas corresponde a la ministra de la Corte de Apelaciones de Copiapó, Aída Osses Herrera. Entre la evidencia expuesta por el Ministerio Público contra la abogada consta, en palabras de la fiscalía, un “llamado” de parte de Vivanco a la magistrada para requerir información respecto de la causa de Belaz Movitec, que —para esa época— había sido tramitada en el tribunal de alzada nortino.
—[Los representantes del consorcio] presentaron muchos escritos quejándose de la Corte de Copiapó por temas de tramitación de allá, a mí, que era su visitadora. Yo le avisé a Aida que se los iba a remitir todos para que ellos los abordaran, precisamente porque yo había intervenido en la causa como ministra. Luego nos encontramos con Aida en la Corte Suprema y le dije que por favor ellos se preocuparan de los temas planteados porque yo estaba cansada con la insistencia de los abogados y me encontró toda la razón —explica hoy Vivanco.
—¿Entonces usted sabía quiénes eran los abogados de la compañía? [Vivanco ha dicho desconocer con anterioridad a la revisión de la causa que Vargas era representante del consorcio]
—A esas alturas sí, porque me presentaban cartas (…) Iba Gabriel Silber a presentarlas y nunca lo quise recibir.
—¿Por qué?
—Porque no correspondía.
Otras de las pruebas que pesan en contra de Vivanco, son las declaraciones que prestaron relatores de la Corte Suprema durante su proceso de remoción. Los mismos funcionarios judiciales —quienes ostentan un apetecido cargo en la magistratura, pues los encamina a convertirse en potenciales ministros— denunciaron irregularidades en la tramitación de al menos ocho causas de las que participó Vivanco. Una de ellas era precisamente la del consorcio bielorruso contra Codelco.
Sin dar nombres ni apellidos, Vivanco apunta directamente a ellos por su salida de la Suprema:
—El procedimiento de remoción se transformó en una chismografía de relatores que nunca hicieron ninguna denuncia antes y que de repente se sintieron llamados a hacer denuncias. Seguramente porque les ofrecieron garantías para hacer denuncias de este tipo. Pero lo que es más importante, creo yo, para efectos objetivos, es que toda esa chimuchina de los relatores no tiene que ver con esta causa. En consecuencia, lo que tiene que considerar esta causa es lo que dijo la relatora de esta causa —espeta Vivanco.
Se refiere a Gloría Fernández, quien —a juicio de la exmagistrada— “hizo una extensa declaración de más de 30 páginas en la fiscalía”, donde “fue muy precisa en decir que en esta causa no había habido ninguna irregularidad”.
—¿Hay mucha chismografía entonces en la Suprema?
—Mucha. Mucha… Mucha chismografía.
—¿Y a qué cree que se debe eso? ¿Hay mucha envidia en la Suprema?
—A ver, yo creo que sí. La misma señora [Gloria Ana] Chevesich dijo en aquel tiempo que se le habían ofrecido garantías a los relatores que declararon en mi contra. Eso ya significa que había una cierta intencionalidad de que declararan, porque cuando uno declara no le pueden ofrecer garantías: tiene que ser una persona realmente exponiéndose a declarar en contra de otra, ¿no es cierto? No ofreciéndoles garantías. Eso suena a que es como un premio para declarar en contra de alguien como yo.
Según cuenta Vivanco, esas mismas personas que testimoniaron en su contra, participaron de celebraciones personales.
—¡Iban a mi cumpleaños! —dice—. Eran personas que se comunicaban por Zoom y me mostraban sus hijos. Personas que vinieron a hablar conmigo por temas de salud o problemas que tenían porque se atrasaban con las causas. Personas que vinieron a decirme que tenían dificultades para terminar su trabajo y que si, por favor, yo podía decirle a Sergio [Muñoz] que si podían tomar un permiso. O sea, de esas personas estamos hablando.
El examigo
Vivanco evita hablar de traiciones. La consulta sobre esa materia no es casual: apenas cayó en desgracia junto a Migueles, uno de sus amigos, el conservador Sergio Yáber, se desligó de ellos. Él también declararía contra ellos ante el Ministerio Público. Así consta también en una llamada telefónica intervenida por el OS-7 de Carabineros. El análisis policial de los dichos de Yáber va así:
“Es de conocimiento en su círculo que, tanto Gonzalo Migueles como Ángela Vivanco Martínez serían corruptos (coimeros) y que las acciones de corrupción realizadas por los abogados Mario Vargas Cociña, Gabriel Silver Romo, Eduardo Lagos Herrera y Aldo Cornejo González los habrían perjudicado e involucrado en un problema mayúsculo, donde esperaba que en cualquier momento los formalizarían”.
—Javier fue nuestro amigo —se lamenta Vivanco— Me dio mucha pena que haya declarado o conversado las cosas que conversó.
—¿Qué cosa en particular?
—El que haya dicho que nosotros habíamos recibido plata porque éramos coimeros. Y que haya dicho que a Gonzalo lo mantuvo por humanidad. Me da mucha pena, porque Gonzalo lo quería mucho. Gonzalo era su amigo —sentencia.
Hoy, Yáber enfrenta sus propios problemas: fue suspendido de su lucrativo cargo como conservador de Bienes Raíces de Puente Alto y los investigadores descubrieron pagos a Antonio Ulloa, el senador Matías Walker (Demócratas) y —presumiblemente— al diputado Cristian Araya (Republicanos). Será formalizado el 14 de enero por haber ayudado a lavar —según la fiscalía— el dinero proveniente de las coimas.
Fuente: BioBioChile
