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La rehabilitación del terror: cómo centro para drogas maltrató y abusó de personas que buscaban sanar

Les hacían pedir dinero a diario o los obligaban a conseguir alimentos en la feria. Para el centro de terapia Énfasis lo último en su lista era la rehabilitación. Pese a que prometían salir de las drogas, adentro de sus puertas solo se vivían torturas y humillaciones. Algunos internos también denunciaron abusos y violaciones. La Fiscalía de Alta Complejidad Metropolitana Occidente les siguió el paso a los directivos desde el año pasado. Incluso, lograron clausurar tres centros con otro nombre. Pero quienes zafaron de esa primera investigación levantaron otro centro, más alejado. Allí siguieron cometiendo las mismas vejaciones. Hoy, los dueños de “Énfasis” están imputados por trata de personas.

Todos los nombres de los participantes de Énfasis han sido modificados para proteger su identidad.

La primera vez que Diego tomó contacto con el Centro de Rehabilitación Énfasis, de Talagante, fue el 22 de octubre de 2024. Diego no es Diego, es un agente encubierto de Carabineros que eligió ese nombre para investigar el delito de trata de personas y violación al interior del centro. Fue a través de una llamada que tuvo el primer acercamiento. Se puso de acuerdo con la encargada para internarse voluntariamente al día siguiente.

Diego ya sospechaba lo que ocurría ahí. Durante 2024 se abrió una denuncia contra “Creeré”, otro sitio que operaba de la misma forma y con los mismos encargados. La única diferencia era el nombre y la fecha de origen. “Creeré” nació primero hasta que lo clausuraron cuando a Varly Parra, su director, lo detuvieron por violación. Entonces, surgió Énfasis.

No solo el mismo equipo —a excepción de Varly— siguió trabajando ahí. También se heredaron las malas prácticas. Diego lo vivió en carne propia. A menos de 24 horas de haberse internado presenció cómo torturaban a otras personas que buscaban rehabilitarse de las drogas. Escuchó gritos y maltratos psicológicos. Él no fue el único. Otros participantes de Énfasis declararon a la policía y Ministerio Público que los hacían ir a pedir dinero y comida todos los días. Si no llegaban con la cuota mínima, venían los castigos. Y la plata quedaba siempre en manos de los directores.

Con todos estos antecedentes, la Fiscalía Metropolitana Occidente consiguió una orden de allanamiento a Énfasis. El plan era entrar en pleno horario de funcionamiento, sin aviso previo; descerrajando y usando la fuerza de ser necesario.

“Esto es para machos”

Fue Constanza Donoso la que contestó el celular la primera vez que Diego quiso internarse. Le explicó al “apoderado” —otro funcionario encubierto— que ya estaba todo listo para que visitaran Énfasis. Les envió la dirección por GPS y las fotografías del recinto.

A las 15:50 horas se dejaron caer a la parcela ubicada en Melipilla. Los recibió la propia Constanza, quien dijo ser administrativa y encargada de finanzas. Y Carlos Silva, el director. Les adelantaron que las personas que residían ahí tenían problemas de adicción con el alcohol y las drogas. También, que existían diferentes etapas de evaluación para avanzar en la rehabilitación. Por último, vinieron los montos: $80 mil la matrícula y $250 mil la mensualidad. Diego y su “apoderado” firmaron. Pactaron internarse al día siguiente.

Antes del mediodía del 23 de octubre, Diego llegó al centro. Esta vez para quedarse. Lo recibió Patricio Mistreca, el operador terapéutico. Lo presentó al grupo y les pidió que le dieran palabras de aliento a Diego.

“Qué bueno que te internaste, es lo mejor que pudiste realizar”, “aquí somos una familia, un grupo hermoso”, “te felicito, hueón, por haberte internado, es difícil, pero eres un guerrero. Aquí el tratamiento es mágico”, se escuchó decir a algunos.

Patricio también tenía su mensaje: “Nosotros somos enfermos, necesitamos ayuda. Esto te va a doler, no es fácil. Es para machos, no para muchos”.

Durante el día lo llevaron a visitar la casa, su habitación y le presentaron a otros encargados. Notó un par de situaciones extrañas, como que los directores tenían una mesa exclusiva o que nadie le respondió cuando preguntó por un psicólogo certificado. Pero lo más grave de ese día llegó a la noche, cuando escuchó como maltrataban a alguien. Por ser recién llegado no podía presenciarlo. Eso quedaba sólo para los niveles más altos.

Terapia en círculo

La agresión era la siguiente. Un joven estaba sentado con las manos al frente mientras le tiraban agua en la cabeza sin parar. Alrededor de él, otras personas lo insultaban. Cuando Diego preguntó qué significaba eso le respondieron que se llamaba “la terapia de shock”. Se la aplicaban a los que cometían faltas.

Al rato, vivió un episodio similar. Escuchó que todos comenzaron a gritar “círculo, círculo, círculo en la cocina”. Fue justo cuando llegaron Carlos Silva y Constanza Donoso, las mismas personas que lo recibieron el día anterior. Esta vez aplicó la misma regla: por ser nuevo tenía que irse. Pero desde la habitación Diego se escabulló para mirar por la ventana. Quien estaba sentada con sus manos al frente era una niña, S.

Carlos le tiraba agua sin parar con una manguera. Luego llegaron otras personas con baldes. En paralelo, todos la insultaban.

—Uno de ellos, logro identificar la voz de Carlos Silva, una voz ronca que decía “¡Qué te creí hueón, di todo por ti, echaste a perder todo por una droga hueona, era una mierda!”.

Cuando terminaron con el agua siguieron echándole harina. Mientras Carlos Silva se la lanzaba por el cuerpo o adentro de la boca, le gritaba “¡quieres drogas, quieres drogas!”.

Después todos tuvieron que trapear el primero piso. Se había inundado hasta las habitaciones. Tomaron café para el frío y apareció Patricio Mistreca, el operador terapéutico. Era el único que se quedaba ahí día y noche. Le ofreció a Diego un S.O.S. Eran pastillas para dormir.

 

Énfasis

Chubis para dormir

Quien también presenció la agresión de S. fue Ariel, un chico que llevaba más tiempo en Énfasis. Llegó ahí por consumo de cocaína. Al principio vivió lo mismo que Diego. Le dieron palabras de apoyo y todos eran simpáticos. También apareció Patricio en su camino ofreciéndole pastillas o “chubis”.

—Él llegaba con la mano lleno de pastillas, todas pequeñas. Te obligaba a tomar las pastillas. Yo nunca recibí alguna pastilla que no estuviera en su envoltorio porque todo eso me parecía extraño. El motivo de Patricio era hacerlos adictos. Mis compañeros sabían que a las 09:00 o 16:00 horas les tocaban sus pastillas y se empezaban a desesperar. Después de tomárselas quedaban muertos. Yo notaba que quedaban drogados —reveló.

Antes de los quince días que pasó internado, Ariel ascendió de nivel. Así le llamaban ellos mismos. Eso le daba acceso a presenciar todas las agresiones e incluso, participar. Cuando todavía no le estaba permitido porque era un recién llegado, escuchaba gritos de tortura mientras intentaba dormir. La casa estaba dividida por habitaciones, y una de ellas quedó bautizada como “el loquero, manicomio o el Horwitz”. Desde ahí provenían los gritos.

—Recuerdo que un día llegaron dos mujeres de diferentes familias. Una de ellas que no duró nada en el centro y la segunda que era flaquita porque siempre la tenían encerrada. Yo de primera pensaba que sufría de algo, ya que todos los días sus pantalones estaban defecados, pero después con el tiempo me pude percatar que ella era abusada o violada por los sonidos extraños que habían en las noches —declaró la víctima.

Cuando Ariel pudo vivir los maltratos en carne propia, entendió los gritos: en las noches les lanzaban baldes de agua fría, los dejaban adentro de la piscina sin poder moverse, les mojaban el colchón o los manguereaban durante horas sin poder salirse. Además de la harina, también les lanzaban los papeles del baño o los obligaban a estar de pie mirando la pared.

En Énfasis existían cinco niveles. El primero es “Compromiso”. Todos los que entran caen en esta sección. Te cuidan y pidas lo que pidas, te lo cumplen. Dura 15 días máximo. Luego ascienden a Grupo Cuatro, donde puedes preguntar todo lo que quieras y te deben responder. Puedes tener acceso a las “terapias de shock”. Más adelante está el Grupo Tres. Ellos ayudan al “Sargento”. Se deben preocupar de que se cumplan los quehaceres y responsabilidades.

El cuarto es el Grupo Dos. Son los encargados de buscarte alguna falla. Te presionan hasta el límite. Están entre 13 y 18 años. Por último, el Grupo Uno. Este sólo puede ser una persona. Es como un papá. Los tiene que cuidar a todos y buscar soluciones. Pero él manda al resto del grupo.

Abusos y violaciones

Una de las peores experiencias en Énfasis era la “Maratón”. Empezaban los lunes. El objetivo era sacar lo peor de ti. Según la declaración de Ariel, te podían humillar, violar, mojar el colchón o gritar.

—Llegó una mujer de unos 22 años aproximadamente, la que siempre andaba afilando cuchillos y siempre andaba como a la defensiva. Después de un momento de conversaciones me manifestó que ella era así porque cuando ella despertaba amanecía sin sus ropas. Le indiqué que no tomara más pastillas —contó.

Durante esos días eran más insistentes en que tomaran los medicamentos que ofrecía Patricio.

—El día jueves, durante la Maratón, llegó un interno de nivel alto. Se llevó a B., otro interno del manicomio a una habitación donde lo tocó e intentó abusar de él. Esto lo supe porque B. me lo contó. Él tiene una condición de esquizofrenia —agregó.

Ariel quiso denunciar e intentaron golpearlo entre varios. Se defendió con un hacha. Al final no hubo golpes y optaron por dejarlo sin comida y sin salida de domingo. Lo que más le dolía era que llamaban a su esposa para contarle una versión diferente. No sólo le pasaba a él. Los familiares casi siempre le creían al centro. Pensaban que la vulnerabilidad de volver a consumir los hacía mentir y fantasear con ese tipo de situaciones.

—Desde la semana de la Maratón comencé a dormir con cuchillos en la almohada para mi seguridad —atestiguó.

Un sábado Ariel no aguantó más. Se fue una mañana y no volvió más.

—En ese centro jamás te ibas a curar, sino que salías al revés. Salías peor de ahí —cerró su declaración ante el fiscal.

Rifas y macheteo

Además de la mensualidad, Énfasis también implementó las rifas. Todos los días los integrantes del centro debían salir a distintas comunas de Santiago a vender números. El monto mínimo por persona era $30 mil pesos. Los que no llegaban con esos dineros eran castigados. Pero aparte, se les cobraba otra rifa a los apoderados de $10 mil pesos.

—Yo en lo personal participé en la rifa durante los dos periodos que estuve internada. En el primero de ellos salí de rifa los nueve meses que estuve internada, y durante ese periodo entregaba en forma diaria la suma de $ 30 mil diarios. Estimo que todos esos días que salí a pedir dinero pude haber entregado una semana cercana a los $6,5 millones. Trabajando 24 días por 9 meses, pude haber salido 216 días —detalló una joven del centro.

Otra de las víctimas declaró que salían de lunes a viernes, desde la mañana a la tarde, en horario de oficina. Habían sectores establecidos: la Plaza de San Bernardo, Plaza Maipú, Costanera Center, Estación Central y el centro de Peñaflor. Los iban a dejar en auto o debían tomar una micro rural.

—Nos daban un papelito que era una hoja de oficio que estaba plastificada y que decía que éramos un centro de rehabilitación que ayudaba a la gente con adicción. Además salía una frase que decía “pecado no es caerse, pecado es no levantarse” (…) Ellos nunca nos dieron explicaciones en qué usaban la plat.

También estaban los puerta a puerta. Un par de internos iban por las casas pidiendo alimentos no perecibles. Otro tanto se presentaba en la feria a lo mismo. En general, eran los que tenían más personalidad y se atrevían a pedir. Casi siempre llenaban la camioneta con productos.

Cuando la gente les preguntaba para qué era el dinero, o ellos mismos se lo cuestionaban, los directores respondían que era para realizar ollas comunes. O para el centro. Y aunque nunca faltó comida, jamás comían carne. Si hacían un plato especial, como fideos con salsa, debían pagar una cuota de $5 mil pesos cada uno. Todo se cobraba aparte, incluido el uniforme. Las ollas comunes, por supuesto, nunca se realizaron.

Lo que sí notaban todos es que los directores del centro comenzaron a lucir joyas, autos nuevos o se iban de viaje más seguido.

Mismo centro, otro nombre

Antes de que Énfasis se levantara, existía otro centro que operaba con las mismas personas. Se llamaba Creeré. Su director era Varly Parra. Fue detenido el año pasado por violación reiterada y trata de personas. Varias internas de Creeré denunciaron que Parra las manipulaba, les ofrecía droga o las humillaba. Luego las violaba.

—Yo le pregunté si Varly le había hecho algo. Ella me confesó que el día en que la trasladó en su auto al centro, la obligó a hacerle sexo oral, ya que le dijo que de alguna manera tenía que pagar —atestiguó la madre de una de las víctimas.

Junto con él trabajaban Cristian Salinas, alias Andy, y Carlos Silva. Ambos ejercían como subdirectores; Carlos además era un interno rehabilitado que trabajaba como terapeuta. De hecho, la mayoría de los terapeutas de Creeré eran ex internos. Ninguno tenía un título de psicólogo o similar.

En Creeré hacían las mismas torturas. También los obligaban a pedir dinero y los hacían levantarse a las cuatro de la mañana para ir a Lo Valledor a pedir verduras. En total, existían tres centros bajo este nombre, pero con la caída de Varly, todos fueron clausurados, o eso pensaban.

 

Varly Parra

Cuando una de las víctimas que denunció a Varly por abuso sexual dejó Creeré y recayó en las drogas. Estuvo un tiempo así hasta que su pareja le ayudó a buscar un nuevo centro de rehabilitación. Llegó a Énfasis y los dueños, que eran los mismos, le ofrecieron una beca. Con una condición.

—Carlos Silva me contactó y me ofreció un negocio. Me señaló que él hablaría con la familia de Varly, y a cambio de sacar la denuncia en la fiscalía, el abuso que cometió contra mí, la familia me pagaría un millón de pesos.

Pensó en aceptarlo. Días antes a su mamá se le había quemado la casa y el dinero no le venía mal. Pero fue su propia madre quien le dijo que no, que siguiera con la denuncia.

Trata de personas

Los informes de fiscalía concluyeron que Énfasis era lo mismo que Creeré. Pese a que clausuraron todos los centros de este último nombre, lograron seguir operando. Quienes quedaron al mando fueron Cristian Salinas y Carlos Silva.

Con todos los testimonios, incluido el de Diego —el agente encubierto—, pidieron una orden judicial para entrada y registro a la parcela donde estaba ubicada Énfasis. El plan era hacerlo en plena hora del día y con el “uso de la fuerza pública en caso de ser necesario”.

Los delitos que se le están imputando son trata de personas y asociación ilícita. Ante el tribunal de Talagante, la Fiscalía Metropolitana Occidente argumentó que “aprovechando su situación de vulnerabilidad a raíz de su adicción a sustancias”, cobraban a las familias $300 mil pesos mensuales para una rehabilitación que no se cumplía. Ni siquiera existía un protocolo mínimo que lo garantizaba.

Además de Cristian y Carlos, también figuran como imputados Leonardo Álvarez Pinilla, Carolina Miranda Sepúlveda y Estrella Garrido González. Los primeros dos cumplían labores de terapeutas, mientras que Garrido era quien los transportaba a la feria o al puerta a puerta. Varly Parra se mantiene en prisión preventiva.

En vista de estos antecedentes, el Ministerio Público consiguió las detenciones de seis imputados. Tras ser formalizados a fines de septiembre recién pasado, todos quedaron en prisión preventiva por orden del Juzgado de Garantía de Talagante.

Fuente: BioBioChile

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