De acuerdo con una encuesta de Cadem, uno de cada cuatro chilenos está dispuesto a conversar con herramientas como ChatGPT para no sentirse solo. Un especialista en IA analiza el fenómeno desde la experiencia técnica y el impacto que puede tener esta nueva forma de interacción.
La más reciente encuesta de Cadem reveló un dato sorprendente: El 25% de los chilenos estaría dispuesto a hablar con una inteligencia artificial como ChatGPT para evitar la soledad. Es un fenómeno que, si bien puede parecer algo anecdótico, da cuenta de una transformación notoria en la relación entre las personas y la tecnología.
Desde TSOFT Global, empresa especializada en soluciones de automatización inteligente y desarrollo de IA, observan estos datos con atención. “Aunque los chatbots con IA, como ChatGPT o Gemini, pueden imitar conversaciones humanas de manera sorprendente, no tienen emociones reales ni empatía verdadera”, explica Rodrigo Montenegro, responsable de Inteligencia Artificial en la compañía.
El ejecutivo detalla que “la IA no siente empatía de verdad, pero es muy buena para imitarla, porque aprende a reconocer cómo nos sentimos y a responder de una forma que nos hace sentir comprendidos”. Este avance, sumado a la capacidad de generar voces naturales y expresiones emocionales simuladas, puede llevar a que muchas personas establezcan vínculos que “se sienten reales”, aunque en el fondo sepamos que son artificiales”, añade.
Ante este escenario, desde TSOFT hacen un llamado a no confundir funcionalidad con humanidad. “Un chatbot es ideal para resolver lo rápido y repetitivo, disponible a cualquier hora, pero no puede reemplazar una conversación profunda entre personas. La idea es que la IA se encargue de lo fácil, y el humano, de lo importante”, puntualiza Montenegro.
En la empresa ven oportunidades valiosas en el uso de esta tecnología —desde atención al cliente hasta productividad personal— pero también riesgos asociados a la desinformación, dependencia emocional e incluso aislamiento social, si no se gestionan con responsabilidad. “Como toda herramienta, la IA puede usarse para bien o para mal. Por eso, se hace urgente potenciar habilidades humanas como la creatividad, el pensamiento crítico y el discernimiento ético”, agrega.
Aunque es poco probable que las personas lleguen a comunicarse exclusivamente con chatbots, Montenegro aclara que “necesitamos el contacto real con otros. Es algo biológico que ninguna máquina puede darnos, por muy bien que logre imitar el comportamiento humano”.