900 mil pesos. Eso fue lo que recibió uno de los ahora ex funcionarios de la Fuerza Aérea de Chile, a cambio de trasladar droga a bordo de un avión institucional. Así consta en la confesión que prestó uno de los principales imputados en el escándalo por narco-vuelos en la FACh. Testimonios a los que accedió BBCL Investiga no sólo reconstruyen cómo los estupefacientes fueron trasladados de mano en mano, entre traficantes y servidores públicos, sino también cómo el crimen organizado se infiltró en el Estado de Chile. “Le pregunté cómo podíamos salir de esos problemas [económicos], a lo que Villalonga me dijo que tenía un contacto que nos pagaría dinero en efectivo por traer droga en un vuelo institucional”, confesó uno de los involucrados.
“A principios de mayo de 2025, sufrí el embargo de mi vehículo particular. En esa ocasión y debido a la deuda que tengo con diversas instituciones financieras, las que ascienden a más de $25 millones, fue que le comenté al cabo segundo Elías Villalonga Martínez, que tenía muchas deudas. Él me dijo que estaba en la misma situación y me propuso que ambos podíamos salir de eso”.
Así reza parte de la confesión que prestó el ahora ex cabo primero de la Fuerza Aérea de Chile, Mauricio Ponce Dinamarca (31). Se trata de uno de los cinco funcionarios de la FACh detenidos por el tráfico de más de 4 kilos de ketamina a través de un avión institucional. En su declaración de siete carillas —a la que accedió la Unidad de Investigación de Bío Bío—, el imputado desclasificó cómo —de acuerdo a su versión— logró junto a su compañero de armas burlar los sistemas internos de la institución, para coordinar los envíos de estupefacientes desde Iquique a Santiago.
Pero no es el único: otros testimonios contenidos en el expediente judicial revelan cómo la infame narco-maleta se paseó, de mano en mano, al interior de la FACh hasta que fue descubierta justo antes de que el Boeing 737 despegara rumbo a la capital.
“En relación a los sujetos que me pagan para este traslado, debo señalar que no deseo entregar mayores antecedentes, ya que temo por la integridad física mía y de mi familia, ya que creo que saben donde vivo”, atestiguó, por ejemplo, el propio Villalonga, quien es sindicado como el ideólogo de los traslados.
Escándalo en la FACh
Hasta antes de caer detenido, Mauricio Ponce Dinamarca se desempeñaba como tripulante de aeronaves, en el Grupo 10 de la FACh. Una unidad, con sede en Pudahuel, que bien podría definirse como la columna vertebral de la institución aérea.
Desde allí —según la investigación que lidera la fiscal regional de Tarapacá, María Trinidad Steinert—, funcionarios de la FACh coordinaron al menos tres envíos de drogas provenientes desde Iquique. El modus operandi era siempre el mismo: consiguieron que sus camaradas subieran maletas a vuelos institucionales, sin ser sometidas a control alguno.
A algunos de los implicados les hicieron saber que contenían botellas de whisky y ropa, pero —en realidad—, los licores iban acompañados de paquetes con estupefacientes. En dos oportunidades lograron que el cargamento aterrizara en Santiago sin problemas. El tercer envío, sin embargo, fue interceptado por la propia FACh.
El descubrimiento desató, de manera inmediata, uno de los mayores escándalos en la historia reciente de la institución. La declaración de los involucrados se concretó apenas horas después de su caída frente a un fiscal de Aviación.
Otros dos envíos
Según contó Ponce, fue el cabo segundo del Grupo 10 de la FACh, Elías Villalonga Martínez quien le propuso formar parte de las operaciones para traficar de norte a sur.
“Le pregunté cómo podíamos salir de esos problemas [económicos], a lo que Villalonga me dijo que tenía un contacto que nos pagaría dinero en efectivo por traer droga en un vuelo institucional”, confesó el imputado.
En su declaración, Ponce admitió haber participado en al menos dos entregas: una en mayo de este año; y otra a inicios de julio recién pasado, por la que fue detenido. Eso sí, respecto de la primera de ellas, declinó aportar mayores antecedentes.
Sobre la segunda, en tanto, el imputado detalló que consiguió que varios de sus compañeros se involucraran en el traslado de la maleta. El primero que aparece mencionado es Danilo Rivas Pulgar (28). El mecánico de estructuras en aeronaves facilitó su domicilio para la llegada de la valija. Si bien no está claro si Rivas conocía el contenido del equipaje, lo cierto es que él mismo reconoció su implicancia.
“El domingo [29 de junio] me habló por WhatsApp el cabo segundo Elías Villalonga para preguntarme por mi domicilio y decirme que la maleta llegaría ese día en la noche. A las horas después, Villalonga me avisó que la maleta ya estaba en la conserjería de mi departamento”, atestiguó Rivas.
Así, al día siguiente, a primera hora del 30 de junio, tomó la maleta y la llevó hasta la base aérea Los Cóndores, en Iquique. La idea ahí —por instrucción de Villalonga— era entregársela a un cabo primero de apellido Iturriaga.
Pero, la operación falló.

El funcionario no pudo recibir el encargo, puesto que se encontraba ocupado, en medio de las faenas propias de su servicio. La maleta terminó durante casi tres días al interior de dependencias de la FACh, hasta que Ponce y Villalonga —desde Santiago— lograron que el encargo fuese traspasado a otros de los detenidos: Rodrigo Silva Fuentes (33). Ocurrió el miércoles 2 de julio, cuando Rivas llevó a bordo de un Kia Sportage blanco a concretar la entrega.
“Él no se presentó conmigo, sólo me entregó la maleta, diciendo que era el encargo del cabo Ponce”, dijo Silva.
Maleta sospechosa
Según consta en la indagatoria, este último cabo primero fue el encargado de trasladar la maleta hasta el avión, un Boeing 737 de la FACh. El plan de Villalonga y Ponce era que Silva entregara la valija a otra de las arrestadas, la tripulante María Fernanda Rebolledo Díaz.
Sin embargo, todo se vino abajo al último minuto. Luego de concretar el traspaso y estando la maleta a bordo de la aeronave, un suboficial de apellido Fredes se percató que ese equipaje no había sido sometido a control alguno.
“Fredes me dice que eso no corresponde y que debía bajarse la maleta para su inspección. Fue en ese momento que nos dimos cuenta que estaba con candado, yo no me había fijado antes”, lanzó.
La conversación se dio justo abajo del avión.
Inmediatamente, la maleta fue llevada a la máquina de rayos X. En paralelo, dijo Silva, se contactó con Ponce para preguntarle por el contenido del empaque: “Me escribió que era ropa y un whiskey. Cuando le escribí que necesitábamos la llave, Ponce ya no me contestó más el WhatsApp”.
Los resultados de la inspección no dejaron lugar a dudas: además de la botella de licor, iban cuatro paquetes de ketamina. En total, contenían más de cuatro kilos del estupefaciente.
“No conocía a Mauricio Ponce y fue solo por el favor que me pidió que tuve contacto con él. Nunca me imaginé que tenía otras intenciones. Yo lo ayudé por camaradería, no porque el fuera más o menos antiguo, ni siquiera se presentó así, sino que me pidió el favor de buena manera y yo lo ayudé”, se lamentó Silva.
Encubriendo a los dueños de la droga
El hoy ex cabo segundo, Elías Natanael Villalonga Martínez (24), es sindicado por la investigación de la fiscal Steinert, como el líder de la organización. También confesó ante un fiscal de Aviación. Reconoció que ésta era la tercera vez que coordinaba junto a Ponce un envío de droga hacia la capital. Según dijo, en al menos una de ellas tuvo la colaboración del ya mencionado Danilo Rivas.
De acuerdo a su versión, los dos primeros traslados se realizaron a bordo de un Hércules C130. En la primera oportunidad —aseguró— fue el propio Ponce, en un viaje por comisión de servicio, quien recogió la droga en Iquique y la trasladó hasta Santiago.
En su alocución, Villalonga no quiso dar pistas ni mucho menos nombres de los proveedores de la ketamina.
Sólo se remitió a contar que luego del segundo narco-vuelo, se reunió con un “sujeto moreno, de contextura delgada, de 1,70 de altura, de unos 17 años de edad”. “Le hice entrega de la maleta, haciéndome él entrega de la suma de $900 mil en efectivo, donde le cancelé $450 mil a Ponce”.
“Cagamos”
Según Villalonga, las coordinaciones para la tercera entrega, al igual que como ocurrió en el envío de fines de mayo, las hizo directamente Rivas, en el norte.
Los resultados, sin embargo, fueron diametralmente opuestos. Esta vez, no alcanzó a haber envíos de drogas ni pagos.
“En la madrugada del día 3 de julio, Ponce me envía un mensaje por WhatsApp y me señala que ‘cagamos’. Me envió mensajes en fotografía de un solo visto, con escritos contándome lo sucedido, por lo que procedí a llamarlo por videollamada, conversando que ‘cagamos’. Me envió una foto del pantallazo de una conversación con Rebolledo, quien le había comentado que la maleta había sido bajada para ser revisada por personal de Aduanas”, lanzó.
Antes de ser detenido, Villalonga alcanzó a comunicarse con los dueños de la droga para informarles de lo que estaba ocurriendo. La respuesta de los traficantes fue clara: él debía hacerse responsable de la pérdida, porque “eran entre 25 a 30 millones” los que estaban en juego.
“En relación a los sujetos que me pagan para este traslado, debo señalar que no deseo entregar mayores antecedentes, ya que temo por la integridad física mía y de mi familia, ya que creo que saben donde vivo”, sentenció.
En una primera parte de su declaración, recogida por algunos medios de comunicación, Ponce aseguró haber tomado contacto con narcotraficantes durante una fiesta en el Barrio Bellavista de Santiago. Sin embargo, rápidamente se desdijo de esa versión, para luego involucrar -tal como se lee en este artículo- a Elías Villalonga.
“Debo señalar que todo lo antes relatado ante esta Fiscalía de Aviación es falso. Es un relato inventado, no corresponde a la realidad”, espetó.
Fuente: BioBioChile.cl