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Esposa a los 8 años y abuela a los 30: la tragedia de Sahar Bandani

Zahedan es la capital de la provincia de Sistán, al sureste de Irán. Su pobreza la hace destacar como primera en la lista de la miseria, a nivel nacional, como a la que son sometidas las niñas de ese país cuando se ven obligadas a contraer matrimonio a corta edad.

No hay muñecas con las que jugar, anticipándose al futuro. Son madres poco después de ser desposadas por hombres que podrían ser sus padres o abuelos, dada la diferencia de edades.

Es el caso de Sahar Bandani, cuya historia fue recientemente develada en la agencia de noticias EFE. No es un caso único o novedoso, pero recuerda el horror de obligar a una criatura a dejar su inocencia de golpe.

“Me casé a los 8 años y medio y cuando tenía 10 nació mi primera hija. Después, he enfrentado una serie de problemas en mi vida y he consumido pastillas tranquilizantes”, reconoce Sahar.

La mujer de 30 años, posa con sus 3 hijos al momento de contar su historia, la cual se repitió años después en su primogénita.

Cuando dio a luz a su hija, hace 20 años, tuvo que entregársela a sus padres, ante su falta de experiencia en los cuidados pos-natales. No se trataba de instinto, sino, de una mala jugada de la vida, que la dejó imposibilitada para criarla, aunque debió seguir cumpliendo su rol de esposa con diez años de edad. “Yo no sabía cuidar a un bebé”, se excusa. Como si fuera culpable de no poder hacerlo.

Después, vino lo inevitable. Los padres de Sahar dieron en matrimonio a su nieta. Sin embargo, esta vez no guardó silencio y protestó contra estos, sin éxito.

“Mis padres se llevaron a mi bebé a su casa y allí la cuidaron. Mi hija sabe que yo soy su madre, pero está acostumbrada a sus abuelos y se quedó con ellos hasta que se casó con 13 años”.

Fue la edad en la que la pareja de abuelos, nada convencionales en occidente, decidieron entregar a la hija de Sahar, quien puso el grito en el cielo, sin éxito y rompió lazos con su familia. No habla con sus padres desde hace 7 años. Tampoco con su hija, quien es madre de una niña. La historia se repitió. Ni siquiera conoce a su nieta después del quiebre, tras vivir la misma pesadilla a través de su primogénita.

Una ley para contraer matrimonio a la medida del hombre

El caso de Sahar Bandani no tiene que ver con la precaria situación económica de su familia, pese a vivir en la más empobrecida provincia iraní. Es cosa de cultura, una de las más criticadas, por la ley que permite oficiar un matrimonio en niñas de 13 años (y niños, a los 15), claro está, con reformas acordes a la medida de uno de los contrayentes adultos.

Resulta que, como el caso de Bandani, cuando las menores tienen menos de la edad establecida, pueden ser casadas con el permiso de sus padres y a discreción de los tribunales con jurisdicción.

Pese a las protestas de organizaciones que velan por los derechos de la niñez, no se ha podido derogar la normativa que dejó atrás la que regía en tiempos de monarquía, cuando se estableció la edad mínima en 18 años.

El pretexto de quienes apoyan la edad de los 13 años para contraer matrimonio, es que, previo a la legislación actual, había otra que permitía las nupcias desde los 9 años.

Sin embargo, pasan deliberadamente por alto que la ley actual es tan ambivalente, al punto de que las uniones ocurren antes, como a los 8 años de Sahar o de otras niñas que se han visto en el mismo infierno.

Las autoridades iraníes saben que se trata de una deformidad legislativa, en toda la extensión de la palabra.

La vicepresidenta para Asuntos de la Mujer y la Familia, Masumeh Ebtekar, cifró en 30.000 los casamientos anuales de menores de 14 años.

“Los préstamos matrimoniales pueden sin querer aumentar la compra y venta de niñas bajo el pretexto de las nupcias y eso nos preocupa”, agrega la funcionaria, reconociendo que, las familias que están en apuros económicos, ven motivada su decisión en los subsidios que pueden obtener del Estado.

En el oeste iraní, la historia de Mariam Rostami, es similar a la de Sahar. Tiene 33 años y 4 hijos.

“Mis padres se divorciaron y mi madrastra optó por casarme cuando tenía 13 años. Yo no sabía qué era el matrimonio y muy pronto tuve una hija”, cuenta a Efe Rostamí, que ahora tiene 33 años y cuatro vástagos y está tratando de superar su adicción a la heroína y el cristal”. Fue el escape a una vida truncada.

Matrimonio que deja niñas “rotas” y adictas

La primera etapa para superar la ansiedad de ser esposa y madre, siendo niñas, fue ingerir tranquilizantes, a recomendación de sus esposos verdugos y sus médicos.

Sahir Bandani relató que después de su primera relación sexual (violación), a los 8 años, se sintió “rota”. Terminó hospitalizada y con un arsenal de pastillas para calmar los “nervios”.

Años más tarde, otro médico le prescribió jarabe de Metadona. La fórmula la volvió adicta, pero eso no fue lo peor de todo.

Descubrió con el tiempo, que su esposo se los daba a sus hijos para que estos no lo molestaran mientras su madre estaba trabajando. Ella descubrió todo e inició el proceso de divorcio. Poco a poco ha logrado que sus hijos superen la adicción causada por la ingesta de Metadona.

El caso de Mariam Rostami guarda similitud, no solo en los abusos sexuales, sino, en las adicciones.

Su primer esposo era adicto, la golpeaba y la hacía fumar opio. Tras años de infierno, la joven se casó de nuevo, pero repitió el patrón.

“El segundo era peor que el primero (Adicto al cristal). Todo lo que teníamos lo gastábamos en drogas, ya no nos quedaba nada y, cuando quise abandonarlo e ir a casa de mi madre, intentó impedírmelo”.

La falta de estudios, siendo esposas, madres y abuelas a tan corta edad, es otra de las consecuencias de su trágica vida.

Bandani, por ejemplo, debe limpiar casas para mantener a sus tres hijos pequeños. No puede optar a un empleo mejor remunerado ya que, además de su inocencia, le fue arrebatado el derecho a la educación.

Fuente: BioBioChile

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