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Rearticulación de las fuerza de Gobierno / Desarticulación de las fuerzas Opositoras

Rearticulación de las fuerzas del Gobierno / Desarticulación de las fuerzas Opositoras

En nuestro documento de marzo recién pasado, destinado a analizar la estrategia de las clases y fracciones de clase dominantes, señalábamos que aquella no era sino aprovechar el inesperado apoyo que la pandemia del Covid 19 proporcionaba al Gobierno, para retrotraer la situación nacional a la que existía hasta antes del estallido social de 18 de octubre de 2019. O, como lo decíamos,

“[…] el objetivo del sector hegemónico del Bloque en el Poder no es sino el restablecimiento de las condiciones que existían hasta antes del 18 de octubre de 2019 a fin de seguir extrayendo el plusvalor de las clases dominadas en la forma que lo había hecho hasta ese momento. Para conseguir su objetivo necesita recobrar el ‘liderazgo’ de Piñera, lo que implica diseñar una estrategia en torno a recuperar, consecuentemente, la confianza de la comunidad nacional en el mandatario y la subordinación de todo el espectro político a su conducción. En palabras más simples, se trata de tomar el control de la nación para poder determinar, más tarde, las tareas a realizar” (I).

Restablecer el orden existente hasta antes del 18 de octubre de 2019 —o, como también lo llama el Gobierno, ‘restablecer la normalidad’ e, incluso, ‘nueva normalidad’— es tarea de personas, de sujetos, de individuos bajo la obligada dirección de alguien. Pero no de ‘cualquier’ alguien sino de quien cuente o haya contado con un grado de confianza social, de un ‘atractor’. En el caso de Chile, ese objetivo podría alcanzarse solamente con Piñera a la cabeza pues el sujeto de marras —que, paradojalmente, no cuenta con el apoyo irrestricto de muchos de sus partidarios a quienes, más bien, les resulta una carga—, es el factor de unidad del estado/nación. Y, como tal, un personaje insustituible; al menos, por el momento.

En esa situación —continuábamos—, la conditio sine qua non de la estrategia para las clases y/o fracciones de clase dominantes había de ser, necesariamente, continuar por la ruta trazada, arrastrando ese fardo humano, lo que implicaba limpiar su imagen, recobrarlo como el líder indiscutido de la alianza ‘Chile Vamos’, reinstalarlo como el conductor inmejorable de la nación y, por supuesto, tolerar (y justificar o, al menos, explicar) sus naturales extravíos. Tarea difícil, por cierto, y no exenta de dificultades, dado tanto el carácter social (anal) como el carácter individual (narcisista) del mismo, algo que se ha visto reflejado en muchos de sus actos, como más de alguien puede constatarlo:

“[…] lo cierto es que durante todo el manejo de la crisis sanitaria desatada por la pandemia del COVID-19, Piñera ha hecho caso omiso de manuales y consejos de asesores para sortear estas circunstancias extraordinarias y ha optado por no alejarse un ápice de su conocido estilo político, aquel con el que siempre trata de mostrarse como un “gran líder”, alguien que “todo lo sabe y todo lo controla” y que al final, muchas veces, le juega en contra” (II).

Pero, en política, es conveniente estar realizando permanentemente ajustes a toda estrategia que se tenga en vista, ya sea ampliando sus objetivos o restringiéndolos, de acuerdo a la evolución de las circunstancias. Porque los acontecimientos pueden ofrecer posibilidades que, de no aprovecharse oportunamente, podrían ocasionar verdaderas catástrofes. Y la pandemia ha ofrecido condiciones inmejorables para alcanzar tales objetivos, como lo es aquella que ha permitido a algunos proponer como objetivo, además de los otros ya establecidos, perfilarse como el mejor país del mundo en el ‘combate’ contra el Covid 19. Porque los objetivos de Piñera siempre fueron erigirse como un líder mundial o sentarse, como lo hizo una vez en otro de sus constantes extravíos, en el escritorio que usa el presidente de los Estados Unidos en la sala oval. Por eso, no debe extrañar que, al respecto haya escrito una persona:

“Efectivamente, hasta ahora, distintas instituciones internacionales han destacado o citado el trabajo que ha hecho Chile estas semanas y la baja cifra de mortalidad, ante lo cual —afirmaron fuentes gubernamentales— se ha ‘instruido informalmente’ la difusión de esos comentarios. Es así como informes de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, del Economist Intelligence Unit y de la financiera J.P. Morgan, circulan profusamente entre asesores, personas públicas y “líderes en distintas áreas”, todo con el objetivo de que se vea a Chile como un ‘ejemplo ante otros casos preocupantes como el de Ecuador y Brasil’” (III).

De hecho, es lo que ha estado sucediendo desde mediados de marzo, más exactamente, desde el 18 de marzo, a poco de instaurarse el ‘estado de catástrofe’, como lo señala, no sin cierto regocijo una periodista:

“Junto con dictar el estado de catástrofe el miércoles 18, el gobierno recuperó el control del Estado, cuya dirección había perdido tras el estallido del 18 de octubre. En este nuevo escenario, los mismos que antes procuraron que no tuviera las herramientas para enfrentar el desorden público y satisfacer nuevas demandas sociales y que incluso le impusieron su programa de gobierno, se encuentran ahora sin poder” IV).

En otras palabras, nada ha de perturbar la fluida y abundante percepción de plusvalor que ha existido hasta esta fecha desde los sectores dominados a los dominantes. Para realizar ese cometido se cuenta con una ventaja crucial: el manejo del Gobierno. Todo lo que haga el Gobierno debe considerarse en el carácter de obra del presidente, circunstancia que va a colaborar en el mejoramiento de la imagen del mismo. Y, consecuentemente, del Gobierno en su conjunto. Porque,

“Nadie mejor que Sebastián Piñera para enfrentar esta situación inédita de crisis, donde hay que buscar los equilibrios para que una medida dirigida a salvar vidas no traiga como consecuencia la aparición de otra epidemia desconocida por las generaciones vivas: la hambruna. Ésta podría aparecer como la consecuencia de la quiebra de las empresas de todo tamaño, el desempleo, la escasez y el agotamiento de los recursos del Estado” (V).

La reinvención de Piñera en el carácter de líder indiscutido de la alianza ‘Chile Vamos’ es el eje central de la estrategia, algo que no ha pasado desapercibido, en modo alguno, para algunos analistas —como Claudio Fuentes—, que advierten,

“[…] tras la seguidilla de apariciones casi cotidianas del Mandatario en el marco de la crisis sanitaria por el COVID-19, […] la intención desde Palacio de querer reposicionar la figura de Piñera, tanto a nivel nacional como para el resto de América Latina” (VI).

Dado que el Bloque en el Poder es conducido hegemónicamente por la fracción bancaria de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo en estrecha alianza con la fracción comercial, los intereses a defender han de ser fundamentalmente financieros, entendiéndose por tales, los que benefician a las compañías aseguradoras, a la banca, las empresas exportadoras e importadoras de mercancías y, en general, las que prestan toda clase de servicios como turismo, transporte de pasajeros y de carga, etc. Es el predominio manifiesto del modelo pinochetista neoliberal que se ha mantenido y perfeccionado durante todos estos años de democracia post dictatorial dentro de la cual la hegemonía del Bloque en el Poder es detentada por la fracción bancaria de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo. Lo cual no significa, en modo alguno, que el sector industrial no vaya a gozar de prebendas. No. Ese sector goza de privilegios toda vez que se ha adecuado a las exigencias del modelo para el que sólo es posible mantener industrias en las áreas que ofrecen ventajas comparativas, entre otras, la silvicultura, la pesca, la agricultura y la minería. Pero, antes de adentrarnos en esas materias, aclaremos otro supuesto previo.

LA OTRA CARA DE JANOS

Como ya lo señalamos, nuestro documento —intitulado ‘La estrategia de las clases y/o fracciones de clase dominantes ante el Covid 19’—, ya advertía que la estrategia a seguir por parte de las autoridades era sacar el mayor provecho posible a las condiciones que ofrecía la presencia de la pandemia Covid 19 en el país, a objeto de robustecer el Gobierno y restaurar, a partir del mismo, en pleno vigor, la forma de acumulación que impuso la dictadura pinochetista, conmovida por el estallido social de 18 de octubre de 2019.

Podría suponerse, luego de esas palabras, y no sin justa razón, que la estrategia de esos sectores estaría limitada a tales aspectos, algo que no corresponde, en modo alguno, a la realidad. Y es que Janos tiene dos caras. Que no son las mismas. Al menos, eso dice la tradición romana. Aseverar que las clases y/o fracciones de clase dominantes tienen una estrategia orientada a restaurar la forma de acumulación heredada de la dictadura y a perseverar en ella, no quiere decir que esos sectores, simultáneamente, hayan descuidado la elaboración de otra, inversa, destinada a desarticular y neutralizar los intentos de quienes son reacios a aceptar los objetivos que se propone realizar el sector hegemónicos del Bloque en el Poder. No. Las clases, y/o fracciones de clase, dominantes no existen porque sí, no existen en el aire. Son dominantes (y dinámicas) lo que quiere decir que dominan a otros u otras, que son parte inherente a toda sociedad, existen en el interior de esa sociedad conformando una estructura social, son elementos que la integran y, en consecuencia, se han alzado dentro de la misma para imponerse como tales y reivindicar su status de dominación. Digamos que, en verdad, estamos en presencia de un Estado, de una relación social, de una estructura de seres humanos que asegura la permanencia de la dominación de unos sobre otros. ‘La luz’, nos recuerda Henry Barbusse en su bellísima obra ‘L’enfer’, ‘no existiría sin la sombra’. Sentencia tremendamente sabia, pues nos advierte que todo concepto encierra un contrario y, por ende, que toda dominación presume, necesariamente ‘dominantes’ y ‘dominados’. Por lo mismo, que quien domina debe estar asegurando constantemente esa dominación sobre los que han sufrido el yugo de la dominación pues éstos, como reacción natural, siempre van a estar intentando sacárselo de encima y, en consecuencia, alzándose en contra de aquellos que los han colocado en semejante estado de sumisión. Las revueltas populares no tienen otro origen que no sea la acción consciente y deliberada de quienes han logrado, exitosamente, situarse por encima de los demás para imponer su voluntad sobre un sector social, haciendo caso omiso a las voces de las cordiales relaciones de cooperación que advierten sobre los peligros de la competencia y de la imposición.

Por eso, no debe olvidarse que, conjuntamente con elaborar la forma de conducir victoriosamente adelante la restauración de la situación que existía hasta antes del estallido de 18 de abril, las clases y/o fracciones de clase dominantes han estado diseñando y construyendo, simultáneamente, una estrategia orientada, en sentido inverso, a desarticular y aniquilar cualquier intento que puedan realizar los sectores dominados para sacudirse el yugo impuesto por ellas. Quiéranlo o no reconocerlo quienes rechazan visceralmente la existencia de las clases y/o fracciones de clase sociales, el choque de estos sectores no es sino una confrontación de intereses entre quienes se han apoderado de todo —porque creen que les pertenece por derecho propio—, y quienes han sido despojados de lo que la propia naturaleza ofrece para todos.

En nuestro análisis, esa estrategia ha de referirse, necesariamente, a dos aspectos cruciales en el desarrollo de los acontecimientos y que vamos a abordar, de todas maneras, más adelante y en páginas posteriores. El primero de ellos dice relación con el estallido social de 18 de octubre de 2019; el segundo, a la forma de aprovechar el período de reflujo que impone la presencia de la pandemia del Covid 19 orientado a restaurar la forma de acumular que hizo posible la dominación de ciertos sectores hasta el estallido social de 2019.

Dejamos, desde ya, establecido que nuestros análisis contemplan la actividad de las clases y/o fracciones de clase dominantes y, bajo ningún respecto, la de las clases y/o fracciones de clase dominadas. A esta última la dejaremos en la penumbra del ‘I Ching’, en el plano de lo incierto, de lo que se sugiere pero jamás se dice, de lo que se supone porque se ignora, de lo que se estima cierto y, no obstante es incierto, según nos lo enseña Mathiesen en su obra ‘Det ofullgånga’.

LA SUPUESTA NEUTRALIDAD DE LOS GOBIERNOS

Si para toda persona resulta extremadamente difícil resolver las tareas que le impone enfrentarse a un suceso desconocido, con mayor razón le acontece a una organización social como lo es el Estado, tratándose de una pandemia. Porque, aun cuando tal suceso es un fenómeno de permanente ocurrencia en la historia de la humanidad, no se hace presente con la periodicidad que más de alguien pudiere suponer. Por ello, es natural que los gobiernos cometan errores de diversa naturaleza en el tratamiento de tales fenómenos. Lo cual no los exime de responsabilidad. Porque no fue sino voluntad de los mismos instalarse a la cabeza de la nación. Más, aun, si sus campañas electorales no fueron más que la venta de sus respectivas imágenes, como una mercancía más, ante una clientela de votantes convencida de ser aquellos los mejor preparados para desempeñar esa tarea, y enfrentar semejantes contingencias. En otras palabras: a ninguno de ellos se les obligó, en modo alguno, a tomar la dirección del país para dar oportuna solución a los problemas de sus habitantes.

Los gobiernos, sin embargo, no son estructuras neutras de dirección social. Por el contrario, son estructuras políticas; se instalan para representar intereses de determinados sectores sociales y raras veces actúan guiados por sentimientos humanitarios o de conmiseración hacia otros, sino obedecen a directrices cuyo empleo no les resulte obstáculo para realizar, además, la defensa de los intereses propios. Más, aún, en aquellas sociedades en las cuales la forma de acumulación impuesta es extremadamente competitiva. Porque la consecuencia inevitable de ello es el establecimiento de una cultura igualmente competitiva, con individuos tremendamente individualistas, narcisistas, mercantilistas, dedicados únicamente a resolver sus propios problemas y no los de los demás. Y, repetimos, es que los gobiernos son estructuras políticas: obedecen a determinados intereses de clase.

El gobierno de Sebastián Piñera no ha estado ajeno a esos avatares. Por el contrario, conformado en torno a la controvertida figura de un presidente cuyo rasgo principal lo manifiestan —por decir lo menos— anómalos comportamientos suyos, no ha sido mezquino en la comisión de actos censurables, algo que no debiera sorprender. Porque solamente un iluso espera de semejante conjunto la adopción de actitudes diferentes. El refrán aquel que dice ‘De tal palo, tal astilla’ bien puede aplicarse en estos casos para aseverar sin temor a cometer errores que gobernantes, como el referido, sólo pueden contar con colaboradores armónicos a sus formas de ser. Un gobierno es un conjunto social dentro del cual no puede existir disenso.

Esas circunstancias nos permiten, desde ya, establecer los parámetros del análisis del comportamiento del gobierno de Piñera ante la catástrofe del Covid 19: las medidas adoptadas por esa administración han sido guiadas en gran medida por intereses políticos y no por intereses humanitarios. Lo cual no significa sino que la generalidad de sus actos obedece al deseo de obtener mejor provecho de la gestión realizada y en la medida que La Moneda asuma crecientemente el control de la situación del país, y no a una posible conmiseración en torno a las penurias de la población abatida por la desgracia. Esta no es una afirmación gratuita. Es más, el lunes 31 de marzo, la Cátedra de Derechos Humanos de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile entregó una declaración pública en la que, luego de señalar que

“[…] esta crisis ha desnudado las graves carencias de nuestro sistema de salud pública, insuficiente para garantizar de igual manera a todas las personas el derecho a la salud […]”

no vacilaba en afirmar lo siguiente:

“[…] es preocupante ver cómo se va instalando en la población la sensación de que las decisiones de las autoridades de Gobierno están motivadas, principalmente, por intereses económicos y la protección de ciertos sectores privilegiados de la sociedad, y no necesariamente por el mayor bienestar de la población” (VII).

Alqo que, en forma humorística, señalaba el periodista Daniel Matamala al recordar, en su página semanal de un diario capitalino, aquella historia del dinosaurio que, observando la caída del meteorito que pondría fin a la existencia de su especie, sólo estaba atento a los avatares de la economía (VIII). Actitud que bien refleja la frase (explicada, más tarde) del presidente de la Cámara de Comercio de Santiago, Carlos Soublette, pronunciada a mediados de abril:

“[…] no podemos matar toda la actividad económica por salvar las vidas, porque después vamos a estar lamentando que la gente se muera de hambre” (IX).

Los actos de todo Gobierno son esencialmente políticos, por lo que no deben llamar la atención las palabras proferidas, con absoluta naturalidad, por Rafael Bergoeing, presidente de la Comisión Nacional de Productividad —Superintendente de Bancos en el primer período presidencial de Sebastián Piñera—, en la entrevista de Radio Duna en el curso de este mes de abril,

“[…] si ustedes ayer escuchan al (ministro de Hacienda Ignacio Briones), mi lectura fue que la mitad de su discurso tuvo que ver con políticas concretas, algunas de las cuales todavía no están totalmente diseñadas, lo que demuestra que es difícil, y la otra mitad fue señales y discursos” (X).

Así, y solamente de esa manera, es posible entender lo que ha sucedido en el país durante el período dentro del cual se ha hecho presente la pandemia. Y lo que sucederá en los meses venideros. Si es que no hay otra circunstancia que cambie el rumbo de los acontecimientos.

LA PANDEMIA DEBE ASEGURAR, ANTE TODO, BUENOS NEGOCIOS

Por consiguiente, nos encontramos con un Gobierno cuyo objetivo es realizar en toda su extensión los postulados de la forma de acumular heredada de la dictadura pinochetista, validar las formas culturales y jurídico/políticas originadas a partir de ese acontecimiento y, en consecuencia, no sólo permitir la realización de todo tipo de negocios desde el Estado sino, además, alentarlos, promoverlos y obtener, desde esa posición, las mejores ganancias para quienes intervienen en esas operaciones. Es una época florida de negocios y transacciones. Hecho que no ha podido pasar desapercibido para muchos académicos que no han vacilado en denunciarlo.

“Hoy está ganando el sector que está enfatizando en lo económico”(XI).

No es distinta a una guerra o a un terremoto que junto con ser desgracias, para los sectores dominantes constituyen oportunidades inmejorables para llenarse los bolsillos. Las guerras dinamizan las economías con la ineludible ‘tarea de la reconstrucción’; no lo hacen distinto los terremotos, los huracanes y las inundaciones, entre otras calamidades. La pandemia se presenta como un regalo del cielo, lo mejor que pudo suceder en lo político y en lo económico. Permite invertir y revertir; luego, descansar. Parafraseando a don Andrés Bello, hasta podría exclamarse:

“El día es para el mal y los afanes.
¡He aquí la noche plácida y serena!
El hombre, tras la cuita y la faena
Quiere descanso y oración y paz”.

Citamos, aquí, para ilustrar el estado de la población, ante autoridades en las que nadie confía, lo sucedido en la región austral de Chile durante la segunda semana de marzo recién pasado.

A la Isla Grande de Chiloé, se puede llegar solamente por mar. Por tal motivo, sus autoridades locales solicitaron al Gobierno implantar una cuarentena total a fin de proteger la salud de la población ante la amenaza del Covid 19. Como era de suponerse, la autoridad se negó a hacerlo y dispuso, en cambio, la instalación de una barrera sanitaria en la localidad de Punta Coronel a partir del 22 del mismo mes. Sin embargo, el mismo día en que debía comenzar a regir esa barrera, por razones que se desconocen, ingresó por ese lugar un bus de recorrido intercomunal con personas que llegaban a la isla —como se dijo, en su oportunidad—‘con altas temperaturas’, signo inequívoco de la pandemia.

Según el alcalde de Ancud, Carlos Gómez —quien interpusiera ante la Corte de Apelaciones de Puerto Montt un recurso de protección que, por supuesto, le fue denegado—,

“[…] tras difundirse la noticia de que el control sanitario no estaba cumpliendo con su cometido, los propios vecinos salieron a cortar los accesos espontáneamente en diversos puntos de Chiloé” (XII).

Las protestas estaban más que justificadas en la referida zona, pues tanto dirigentes vecinales, sindicales y los propios alcaldes de las diversas localidades estaban convencidos que el interés del gobierno era más que nada proteger a las salmoneras y no la salud de la población. O como lo expresaran ellos mismos, exigían que se dijera de una vez

“[…] si lo que realmente se está defendiendo es la salud pública o está pesando otra vez más el factor económico” (XIII).

Porque, en el caso de Chiloé, el propósito de proteger el interés económico de la zona y no la salud de la población resultaba evidente para sus habitantes. Aunque se afirmara lo contrario.

Lo ocurrido en la isla grande de Chiloé no ha sucedido solamente en la región austral del país. Hay testimonio de innumerables otras acciones orientadas a percibir ganancias de actos cuya comisión causa dolor ajeno. Y no hay conmiseración por ello. Ni siquiera un ápice de empatía. Así ha sucedido con el pago de las cuentas de luz, agua, telefonía, INTERNET y gas, proyecto de ley que fue aprobado por la Cámara de Diputados por 97 votos a favor, un voto en contra y seis abstenciones, por lo que pasó al Senado para su discusión. El ministro de Energía, Juan Carlos Jobet, ex presidente del directorio de la AFP Capital, advirtió que presentará una ‘reserva de constitucionalidad’ en contra del proyecto pues

“[…] afecta la igual repartición de las cargas públicas y el derecho de propiedad; segundo, porque resulta inadmisible, a nuestro juicio, en atención a que genera gasto para el Estado, y tercer, porque afecta el derecho a desarrollar actividades económicas” (XIV).

Lo que, en buen romance, significa que el proyecto se entregará al Tribunal Constitucional donde, casi con seguridad, naufragará dado que, en la composición de ese organismo, predominan las ideas del libre mercado.

No es el único rubro de la Economía al que se le ha de extraer la máxima utilidad: la forma mercantilista de operar del Gobierno se manifiesta en la forma de acometer la solución en la generalidad de las áreas del diario quehacer. El caso del agua es una muestra elocuente de esta falta de sensibilidad, de la existencia inequívoca de una voluntad manifiesta en cuanto a anteponer el flujo de las ganancias por sobre el respeto e integridad de la persona.

Es de conocimiento de las autoridades que el mejor método para combatir la amenaza del coronavirus es el lavado frecuente de manos con jabón (y, por supuesto, la limpieza tanto corporal como ambiental), método en cuyo uso se insiste reiteradamente a través de la TV y de los medios informativos y que para un país pletórico de desigualdades, como lo es Chile, resulta poco menos que un sarcasmo. Porque… ¿podríamos confiar en autoridades que, a sabiendas de la enorme necesidad de agua que tiene y va a demandar la salud de la población nacional —especialmente en las zonas de sequía y en las poblaciones de emergencia—, nada han hecho por resolver ese problema? ¿Podríamos confiar en personas que persisten en la tarea de asegurar la propiedad del agua en manos de inversionistas privados y mostrar, sin rubor, a la nación sudamericana como la única del planeta donde el líquido elemento se encuentra entregado a empresas particulares para su conveniente explotación y en donde el propio ministro de Agricultura es uno de esos felices propietarios?

(I) Acuña Asenjo, Manuel: “La estrategia de las clases y/o fracciones de clase dominantes chilenas ante el Covid 19”, publicado en varios sitos de INTERNET, marzo de 2020.
(II) Leighton, Hernán: “Los baches del estilo presidencial en plena pandemia y el ruido interno que genera su pulsión por el protagonismo”, ‘El Mostrador’, 17 de abril de 2020.
(III) Redacción: “El otro objetivo del Palacio: aparecer como el mejor país combatiendo al Covid-19 en América Latina”, ‘El Mostrador’, 14 de abril de 2020.
(IV) Molina, Pilar: “La Moneda retoma el control”, ‘El Líbero’, 23 de marzo de 2020.
(V) Molina, Pilar: Art. citado en (4).
(VI) Leighton, Hernán: ”Claudio Fuentes y el manejo en La Moneda de la crisis sanitaria: ‘Hoy está ganando el sector que está enfatizando lo económico’”, ‘El Mostrador’, 23 de abril de 2020.
(VII) Labbé, Daniel: “’Hay sensación de que las decisiones de Gobierno son motivadas por protección a privilegiados’: Cátedra de DDHH de U. de Chile”, ‘El Ciudadano’, 31 de marzo de 2020.
(VIII) Matamala, Daniel: “¡Mierda!… ¡La economía!”, ‘La Tercera’, 18 de abril de 2020.
(IX) Redacción: “La postura del presidente de la Cámara de Comercio de Santiago ante la pandemia: ‘No podemos matar toda la actividad económica para salvar las vidas’”, ‘El Desconcierto’, 16 de abril de 2020. Con negrita en el original.
(X) Redacción: “Economista Rafael Bergoeing y las dudas sobre el segundo plan económico del Gobierno: ‘La mitad son políticas, algunas no totalmente diseñadas, y la otra mitad son señales’”, ‘El Mostrador’, 09 de abril de 2020.
(XI) Leighton, Hernán: Art. citado en (6).
(XII) Jara, Carlos: “Protestas en Chiloé desnudan crisis moral del gobierno: Acusan apoyo a las salmoneras en desmedro de la salud pública”, ‘El Desconcierto’, 25 de marzo de 2020. Con negrita en el original.
(XIII) Jara, Carlos: Art. citado en (12). Con negrita en el original.
(XIV) Redacción: “Ministro de Energía tacha de ‘inadmisible’ proyecto de ley que prohíbe el corte de servicios básicos en Estado de Catástrofe”, ‘El desconcierto’, 16 de abril de 2020.

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