Con 24 años la uruguaya Victoria Alonsoperez puso en marcha Chipsafer, una compañía tecnológica para controlar y evitar el robo de ganado, un camino empresarial a veces lleno de obstáculos pero en el que, como otras mujeres emprendedoras de América Latina, le sirvió mucho la sororidad y la resilencia.
“Todos los errores que podía haber cometido los cometí”, reconoce en el foro de Davos esta ingeniera, hoy con 32 años, multipremiada en todo el mundo por su innovador proyecto que se convirtió en realidad.
Gracias a unos collares alimentados con energía solar que se colocan en los animales es posible tenerlos controlados en todo momento y conocer también su comportamiento.
“Nuestro principal mercado es el robo de ganado. Por software, se hacen predios y si el animal sale del predio, enseguida lo detectamos y ahí se puede tomar acción rápidamente”, explica.
Alonsoperez (la única participante de Uruguay este año en Davos) es una de las jóvenes emprendedoras para las que su presencia en el Foro Económico Mundial (WEF), que reúne cada año en Suiza a la élite política y económica del planeta, es un reconocimiento tras años a veces de incertidumbre.
“En general en América Latina la mayor parte de emprendedoras son mujeres”, destaca Mónica Flores, presidenta de ManpowerGroup.
En el caso de América Latina, el panorama general del empleo está marcado por una gran informalidad, es decir por trabajos no declarados o mal remunerados, que en el caso de las mujeres es mayoritario.
“Estamos sobrerrepresentadas en aquellas posiciones que seguramente van a desaparecer debido a la revolución tecnológica, como el telemarketing, las operaciones muy manuales o repetitivas”, apunta Flores.
En este contexto, emprender puede ser una alternativa para las mujeres y, aunque las cifras aumentan poco a poco, las que lo hacen en el sector tecnológico son todavía minoritarias.
“Cuando iba a la facultad de ingeniería había clases en las que a veces solo éramos dos”, recuerda Alonsoperez, que destaca que hay que empezar por la presencia de mujeres en la educación.
Otra joven emprendedora presente este año en Davos es Mariana Vasconcelos, una brasileña de menos de 30 años cofundadora de Agrosmart, una compañía líder en América Latina que utiliza la inteligencia artificial para aumentar la productividad de los cultivos.
En la región, el sector agrícola es uno de los que ha visto aumentar más la innovación, como en el caso de Vasconcelos, que reivindica ser hija de agricultores y explica como la “frustración” de ver a su padre irrigar en base a viejas tradiciones o simplemente “copiando” lo que hacían otros agricultores le inspiró para crear la compañía.
Otra de las dificultades es la búsqueda de capitales para innovar, más aún en el caso de empresas como Chipsafer, que supone crear de cero un dispositivo físico (el collar) y no solo una aplicación de software.
Financiamiento
Según datos del BID LAB, un laboratorio de innovación vinculado al Banco Interamericano de Desarrollo, en América Latina y el Caribe solo el 1% de las mujeres emprendedoras tiene acceso las fuentes de financiamiento necesarias para crear una start-up, frente al 7% de hombres.
“No por ser mujeres necesitan otras habilidades (….). Primero se necesita esa capacidad para innovar, ese estómago para invertir y tomar riesgos, y una gran capacidad de resilencia y aprendizaje”, apunta Flores, que sí reconoce -sin embargo- que “las mujeres, más que los hombres, necesitan formar redes”.
Victoria Alonsoperez reclama por su parte “modelos a seguir, aunque en América Latina es obviamente complicado”.
“En el mundo del emprendimiento no tuve problemas por se mujer, en otros mundos sí”, explica, y destaca también la “resilencia” que la llevó hasta aquí, aunque reconoce que estuvo “mil veces” a punto de cerrar la compañía.