Dice José Sulantay que ayer estuvo trabajando en sus canchas hasta pasada la medianoche. “La gente seguía jugando mientras no muy lejos había problemas con los carabineros. El fútbol tiene esa gracia”, reconoce desde Coquimbo en conversación con RedGol.
Y es que el entrenador, que cumplirá 80 años en abril y dio el vamos a la llamada Generación Dorada de la selección chilena, vive con mucha preocupación por el estallido social que se extiende por todo Chile.
“Tengo mucha pena por el país. He vivido la historia y nunca se llegó a este extremo. Se ha perdido todo el respeto. La violencia no es el camino para conseguir las cosas y va a costar mucho encontrar una solución, porque la política está muy polarizada”, asegura el Negro.
Sulantay se lamenta: “Nunca hubo tanto resentimiento. Está bien alzarse en reclamos, pero la violencia no la voy a justificar jamás. Lo veo con los demás países y nunca pensé que esto pasaría en Chile. Ahora hay que salir (al extranjero) con la cabeza agachada”.
Una de las demandas sociales está vinculada con las pensiones. Y Sulantay lo entiende. “Gano una pensión de 126 mil pesos y no sé qué haría con esa plata si no trabajara y si no hubiera ahorrado. Compré cosas para mis hijos y mi familia, porque fue lo que me enseñó mi padre”, sentencia.
“Pienso de inmediato en qué se puede hacer con esa plata. Tengo amigos y amigas que reciben estas pensiones y tienen problemas en sus hogares, porque viven con tres o cuatro personas más. No alcanza ni para tomar tecito con un pan”, advierte el ex delantero.
“Tengo que comprarle remedios a mi señora, a lo mejor tengo más medios, pero todavía trabajo. Me da rabia que cobren tan caro por un remedio o por un examen que me pide el doctor, pero tengo para hacerme un chequeo completo cada seis meses”, relata Sulantay.
“La pensión me alcanza para comprar dos balones de gas para el gimnasio. Pero nadie puede vivir con ese dinero. Yo fui previsor, pero cuando jugaba no tenía imposiciones. Han pasado tantas cosas con las AFP, que preferí comprar bienes que tener un fondo”, reconoce.
De todas formas, advierte que los problemas de la tercera edad no están vinculados solo con el Estado. “Los hijos y los nietecitos nada, ni los conocen. Los van a dejar botados en casas de reposo. Si no hay valores, el Estado no sirve de nada. Es peor que rompran trenes o locales, porque eso se soluciona. Pero cuando se pierde el sentido de la vida y la gente, no hay nada que hacer”, completa.