La firmeza mostrada por el gobierno populista de Italia ante los migrantes, popular en el país, genera un malestar en la Guardia Costera que comienza a salir a la luz a pesar del deber de reserva militar.
La reconocida institución encargada de la seguridad en el mar ha coordinado durante años el rescate de cientos de miles de migrantes frente a las costas de Libia, a menudo en condiciones difíciles, una labor con la que se ha ganado el respeto y la admiración entre sus compatriotas.
Sin embargo, desde junio los guardacostas deben reenviar a Trípoli los pedidos de ayuda y los avisos de embarcaciones en peligro.
La semana pasada, un almirante de la Guardia Costera, bajo anonimato, se rebeló contra esa política del gobierno italiano.
En una entrevista concedida al diario económico Il Sole 24 Ore, el militar recordó que, según la justicia italiana, Libia no podía ser considerada un puerto “seguro” para devolver a los migrantes como exige la Convención de Hamburgo para el desembarco de personas rescatadas en el mar.
El cierre de los puertos italianos a los barcos cargados de migrantes ordenado por el ministro del Interior, el ultraderechista Matteo Salvini, también fue criticado por el almirante.
El miércoles por la noche, en el marco muy formal del 153 aniversario de la fundación de la Guardia Costera, el comandante de la institución, el almirante Giovanni Pettorino, recordó su historia gloriosa y mencionó a los héroes que han dado la vida para salvar a personas en el mar.
“Somos marineros, navegantes italianos con 2.000 años de historia”, recalcó tras añadir que no han dejado de socorrer en el mar aún al peor enemigo.
Un principio y una prioridad que estaban dispuestos a respetar el 13 de julio pese a las órdenes del gobierno de no intervenir ante a los 450 migrantes que se encontraban en una barcaza a la espera de que Malta se hiciera cargo de ellos cerca de las aguas italianas.
“La impotencia”
El malestar es tal que un grupo de oficiales admitieron con condición de anonimato al diario católico Avvenire y a la emisora Radio Radicale que se sentían “impotentes” ante la nueva situación.
La semana pasada tuvieron que esperar que seis países europeos aceptaran recibir grupos de 50 migrantes para poder desembarcar a unos migrantes tras permanecer 48 horas en dos buques militares atracados en un muelle, algo insólito.
Más de 2.000 militares, de los 13.000 que cuenta la Guardia Costera, han trabajado en los últimos años frente a las costas de Libia.
Pese a que el número de barcazas cargadas de migrantes disminuyó en junio, la cifra de muertos y desaparecidos en el Mediterráneo subió a 564, entre las más altas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Los italianos apoyan la mano dura de Salvini, según varias encuestas que calculan que dos tercios aprueban la decisión de cerrar los puertos a los barcos cargados de migrantes.
La Liga, el partido liderado por el ultraderechista Salvini, pasó de contar con el 17% de los votos en las elecciones legislativas de marzo -todo un récord- al 30% en la intención de voto, alcanzando a sus aliados de la formación antisistema Movimiento 5 Estrellas (M5E).
La Iglesia católica sigue alzando su voz a favor de una política de acogida.
Después del horrendo descubrimiento el martes de una náufraga aferrada a los restos de una patera con dos cadáveres, la Conferencia Episcopal Italiana rogó de nuevo por una política más humana.
“No podemos acostumbrarnos a esta tragedia (…) No pretendemos ofrecer soluciones baratas, pero (…) advertimos inequívocamente que para salvar a la humanidad de la vulgaridad y la barbarie, debemos proteger la vida. Todas las vidas. Sobre todo aquellas humilladas y pisoteadas”, escribieron en un comunicado oficial.
Fuente: BioBioChile